CHAU SAN JORGE!!!!!!!!

sábado, 6 de marzo de 2010

LOS HUARPES TODAVÍA VIVIMOS COMO INVASORES EN NUESTRA PROPIA TIERRA

Al cumplirse el bicentenario de la República Argentina, el Pueblo Huarpe como otros pueblos originarios del país NO TENEMOS NADA QUE FESTEJAR. A pesar de tener la Ley Provincial 6920 que nos reconoce como dueños legítimos del territorio de Huanacache, luego de años de incontables luchas; el gobierno de Mendoza no cumple con la entrega del título comunitario
de nuestra tierra y el gobierno del intendente Righi, trabaja sistemáticamente para atacar, dividir, entorpecer e impedir el cumplimiento efectivo de nuestros derechos como pueblo originario.
Gracias al Gobernador Celso Jaque y al Intendente
Roberto Righi, el Pueblo Huarpe sigue su calvario.
Para que en este Bicentenario podamos comenzar a construir una Patria Pluricultural, donde los pueblos originarios y preexistentes, tengamos un lugar digno.
11 Comunidades Huarpe de Huanacache

Herederos del Cuyum
Orgullosos de su legado ancestral, los integrantes de comunidades aborígenes puntanas reivindican hoy sus costumbres y la sabiduría de sus antepasados. Recuerdos y anécdotas contadas por una maestra huarpe que lleva en alto la bandera de su sangre.



"Así es, como se ha dicho y como mi madre me enseñó, soy descendiente del pueblo huarpe, la antigua nación que habitó el territorio del Cuyum o País de las Arenas. Estoy tratando de llevar con dignidad este hermoso legado que doña Petrona Guakinchay me ha dado, porque considero un privilegio tener no sólo su herencia genética sino también la transmisión de su sabiduría y educación para vivir en sociedad". Palabras sentidas de Pascuala "Negrita" Carrizo Guakinchay, docente sanluiseña. Con mucho de huarpe en su sangre, siente la necesidad de arrimar "una llamita a ese fuego que arde y que se expande", como ella misma señala, porque cada vez hay más hermanos descendientes de pueblos antiguos que van dejando de lado esa opresión transformada en timidez y vergüenza. Aquella que los obligó a mantener una actitud esquiva y recelosa, producto histórico de las veces en que los embromaron, llámense encomenderos, bandidos, comerciantes que hacían estragos en las familias huarpes.

En nuestra provincia los primeros habitantes fueron los comechingones (moradores de las cavernas) y los huarpes (pobladores del complejo lagunar Guanacache). Luego se constituyeron cuatro grupos bien definidos: los huarpes, los comechingones, los olongastas y los ranqueles. Según los libros de historia estas cuatro comunidades se extinguieron hace tiempo y sólo se puede aprender sobre ellos a través de los libros, en los que se reseñan su vida y sus costumbres. Pero Pascuala Carrizo Guakinchay, como otros miembros de comunidades aborígenes, simboliza una realidad muy diferente. Pascuala es descendiente de los pueblos huarpes originarios de Guanacache, extensa área de humedales y desierto que se ubica en el punto tripartito de las provincias de San Luis, Mendoza y San Juan, aledaño al Parque Nacional Sierra de las Quijadas.

El abuelo de Pascuala era don Juan de la Rosa Guakinchay, nieto de Elías Guakinchay, hijo natural de doña Saturnina, quien un día dejó a todos sus animales y se fue a trabajar de cocinera en una finca de Mendoza para darle una mejor educación a su hijo.
Don Juan, siendo un joven instruido regresó a Guanacache y ocupó el cargo de "milico" (agente), comisario, juez de Paz y encargado del Registro Civil. Se transformó de esa manera en un hombre de la comunidad huarpe muy conocido y respetado en toda la región. Pascuala cuenta que su abuelo tenía chacras y muchas ovejas. Recuerda que allí sembraban trigo que era regado con agua del río Desaguadero -que actualmente está encajonado y corre a siete metros del nivel del suelo, producto del mal uso de los recursos hídricos en Mendoza y San Juan y de la erosión retrocedente de su cauce. Este río fue, en otros tiempos, la fuente de vida de un pueblo milenario, respetuoso y cuidadoso de su entorno natural. Y sirvió de sustento a las familias huarpes que vivieron al abrigo y resguardo de sus arenales y lagunas. Se dice que llegaron a las Lagunas de Guanacache huyendo de los encomenderos, que los llevaban con engaños a través de la cordillera a trabajar como esclavos en las minas de Chile.

Cuando doña Petrona Guakinchay contrajo matrimonio con don Justo Germán Carrizo, se fue a vivir "del otro lado río", a La Represita que se ubica en la Depresión de los Huarpes, en la provincia de San Luis. Hoy habitan allí, cuidando sus animales, hermanos y sobrinos de Pascuala. El resto de la familia, que vive en San Luis y en San Juan, regresa "al campo" los fines de semana y los días festivos.

Para los descendientes de estos pueblos originarios, la educación está basada en el respeto a los mayores, la cultura del trabajo, el ser dócil y humilde en su modo de actuar.



La memoria Huarpe
"Actualmente, descendientes de huarpes y de otros pueblos que habitamos este país, dispersos y sujetos a las pautas que nos marca una transculturación en la que estamos inmersos, somos permanentemente bombardeados por una marea de información extraña. Aunque día a día descubrimos que es nociva para nosotros, que seguimos atrapados en esta corriente de adelantos", sentencia Pascuala. Y sabe que la educación es, para ellos, parte de la lucha por sobrevivir a esa marea que los arrastra. Para los descendientes de estos pueblos originarios, la educación está basada en el respeto a los mayores, la cultura del trabajo, el ser dócil y humilde en su modo de actuar. Todavía hoy, como es el caso de las hijas de doña Petrona, cuando ven a su madre luego de un tiempo, le dicen: "La bendición, mamita".

Los aborígenes suelen atesorar recuerdos, costumbres y enseñanzas que pasan de generación en generación. Por ejemplo, Pascuala recuerda que en Guanacache había una señora muy querida por todos porque jamás se mezclaba con chismes o cuentos, ni se acordaba mal de nadie. "Cada vez que alguien le comentaba algo sobre alguien, ella sólo decía: 'ya ve…' y a todo contestaba 'ya ve, mire usted'. Y cuando le preguntaban, se encogía de hombros y solo decía 'no sé...', y así no se llevaba mal con nadie", dice. Toda una filosofía existencial: la de vivir en armonía.

Llegaron a las Lagunas de Guanacache huyendo de los encomenderos, que los llevaban con engaños a través de la cordillera a trabajar como esclavos.

Entre las creencias de la antigua Nación Huarpe, existe una que dice que cuando había un eclipse de luna las mujeres molían sal toda la noche porque creían que la luna moría, y éste era el modo de resucitarla. La ceremonia era tal vez acompañada por alguna rogativa de las mujeres, que se perdió en el tiempo en ese afán por incorporar la nueva cultura que se les imponía. También cuenta Pascuala que en el siglo pasado eran muy comunes las "mandas" a San Vicente, que no era otra cosa que "una fiesta para pedir lluvias". Los pobladores de esta región desértica de Cuyo llevaban al santo hasta el borde de una represa o a una chacra, y debajo de algún algarrobo se le improvisaba un altar al reparo del viento. Se le ofrecía un vaso de agua y otro de vino y luego seguía el ritual, que Negrita describe en tiempo presente: "El dueño de la manda mide tres dedos en una vela y realiza una marca con una piola o lana de color, se enciende la vela y comienza el baile sin parar mientras dure la vela encendida hasta la marca. A un costado del santo los guitarreros interpretan sólo cuecas y gatos, mientras adultos y niños bailan descalzos continuamente". Dicen que, seguro, llueve.

Hoy Pascuala Negrita Guakinchay trabaja como maestra de Arte en el Centro Educativo de Nogolí, en San Luis, y va incorporando a sus alumnos saberes relacionados con nuestra cultura y, en especial, con los conocimientos que tiene sobre nuestros pueblos aborígenes. Desde su puesto de trabajo rescata lo nativo, lo autóctono, para que no se siga hablando de las etnias extinguidas ni de las culturas olvidadas. Integrada a la Fundación Inti Cuyum, de San Luis, para la interpretación del patrimonio, la protección y conservación de la diversidad cultural y biológica de la región, ella es una de las coordinadoras del Proyecto Guanacache del Cuyum, un emprendimiento que aspira a la creación de un centro cultural -en la Escuela Hogar Nº 130 "Directora Bienvenida Adaro" de La Represita-, para el rescate de la memoria del pueblo huarpe y de la tradición criolla. "Nuestro ideal es que allí convoquemos a nuestros mayores, para abrevar en su sabiduría y así rescatar la memoria y la cultura de nuestro pueblo".

Juan Carlos Romero Gatica (*)
Fotos: gentileza Fundación Inti Cuyum
(*) Periodista graduado en la Universidad Nacional de San Luis, especializado en Interpretación Patrimonial y Periodismo Ambiental. Profesor Superior de Folklore. Presidente de la Fundación Inti Cuyum. Mail: inticuyum@yahoo.com.ar

Un poema con raíces huarpes



En los puestos de la comarca junto al río Desaguadero, hay artistas de música y poesía, que son autodidactas con una mínima instrucción primaria. Un joven de 21 años, Miguel Ángel Calderón, cuya abuela huarpe es doña Petrona Guakinchay, escribió un poema mientras cuidaba a su rebaño en el medio del desierto puntano. Lo tituló Rosas, y se refiere a una supuesta carta que su abuelo ya muerto le envía a su abuela. Un canto de amor, que parece que le fue dictado a Miguel Ángel desde el cielo, y dice así:
"...Espero querida que leas mi carta, envuelta en mil besos y mil rosas, me encuentro escondido en tu corazón, y mi alma contenta se fue junto a Dios./ Yo sé que me extrañas y a nadie le cuentas, si te vio tu nieto con lágrimas sueltas,/ tus pasos callados despacio me cuentan, y aquí con mis brazos abiertos te espero./ Te pido mi amada que no llores más, que mil rosas blancas nos van a juntar, en un cometa y en una canción, nos verán juntitos charlando con Dios. /No te pongas triste, te veo tan bella, si en tu piel de soles duerme una doncella,/ te pido mi amada las mil rosas bellas, que aquí en mi tumba, callado te espero. Te espero querida con mil rosas bellas, que siento tus pasos, despacio se acercan..."

J.C.R.G.


Artesanías perdidas
Desde tiempos inmemoriales existieron finos artesanos, aunque hoy están casi extinguidos. Con la lana de oveja, las artesanas del telar confeccionan sobrecamas, peleros, jergones, alforjas y colchas de sorprendente belleza y color. Junto al río, ciénagas, bañados y a las ya desaparecidas lagunas, crecían las totoras y los juncos con los que los pueblos aborígenes confeccionaban canoas, cestos y vasijas que servían, incluso, para llevar agua. Hoy estas fibras vegetales sólo son usadas para hacer escobas y restaurar viejas sillas, y son muy pocos los artesanos que las trabajan.
Más al oeste, en los territorios de Guanacache de San Juan, donde la tierra es más propicia, están los alfareros que fabrican cacharros de arcilla, que luego ofrecen a los turistas que pasan por la Ruta Nacional 20. También hay trenzadores de cuero, que en su mayoría reducen sus obras al uso personal debido a la invasión de la tecnología moderna.

J.C.R.G.

No hay comentarios:

MAPA AMBIENTAL MINERO

MAPA AMBIENTAL MINERO